Luces y sombras. Eso es lo que somos las personas. Somos buenas y malas; Realistas y soñadoras; Leales y mentirosas; Conformistas y ambiciosas…
Pero somos una mezcla equilibrada de todos los polos y
no siempre es mejor lo bueno y peor lo malo. No siempre es mejor la luz que la sombra y, en ocasiones, ni siquiera la escogeríamos si pudiéramos elegir.
Hay mucho que aprender de la oscuridad. Muchas veces la oscuridad nos da miedo porque no adivinamos lo que hay a nuestro alrededor. Porque nos oculta a nuestros simples ojos humanos lo que queremos ver y solo nos muestra sombras desconocidas para nuestra limitada comprensión y éstas, nos dan miedo.
Hay momentos, circunstancias, en las que la vida nos golpea y apaga la luz de muchas cosas que creemos que nos pertenecen como son la confianza, la valentía, la felicidad...
No somos dueños de nada salvo de nuestras propias decisiones y, a veces, ni tan siquiera eso.

En esos momentos, cuando la oscuridad nos envuelve y la luz pierde fuerza dibujando mil sombras desconocidas a nuestro alrededor, preferimos quedarnos lamentándonos entre los rincones oscuros antes que levantarnos y enfrentarnos a lo que realmente más nos asusta:
la inseguridad.
La inseguridad es lo que consigue derribar todo atisbo de confianza que brote de nuestra valentía. En ocasiones, es necesario vivir un tiempo en esos rincones oscuros para hacernos más fuertes. A veces hay que
pararse a pensar y verlo todo con la luz apagada.

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